Cuentos

Alguno de los cuentos que figuran en esta página son muy antiguos. Vienen de una tradición oral que se ha trasmitido de padres a hijos, de maestros a discípulos, o han sido extraídos de algunos textos que se citan. Tienen enseñanzas que van dirigidas a la parte más sabia de cada persona.

EL HOMBRE DEL AGUA

En un pueblo había mucha sequía y llamaron al hombre del agua para que hiciera llover. Les pidió que volvieran todos al trabajo y a él le dieron una choza en las afueras del pueblo además de pan y agua para 5 días.

Al cuarto día comenzó a llover y todos los del pueblo fueron a verle, a preguntarle cómo lo había hecho.

"Cuando vine, vi mucho odio y rencor entre las gentes de este pueblo. Así que me fui a mi choza y empecé a ordenarla. El orden en mi choza hizo que se produjera orden en la aldea. Y este hizo que se produjera orden en la Naturaleza y lloviera".

 

LA DIOSA LAKSHMI

 

En la antigua India se concedía mucha importancia a los ritos védicos, de los que se decía que funcionaban tan “científicamente” que, cuando los sabios pedían la lluvia, jamás se producía una sequía. Así es que, conforme a dichos ritos, un hombre se puso a rezarle a Lakshmi, la diosa de la abundancia para que le hiciera rico.

Estuvo orando sin éxito durante diez largos años, al cabo de los cuales comprendió de pronto la naturaleza ilusoria de la riqueza y abrazó una vida de renuncia en el Himalaya.

Un buen día, mientras se hallaba sentado y entregado a la meditación, abrió sus ojos y vio ante sí a una mujer extraordinariamente hermosa, tan radiante  y resplandeciente, como si fuera de oro.

-“¿Quién eres tu y qué haces aquí?”, le preguntó.

-“Soy la diosa Lakshmi, a la que has estado rezando himnos durante doce años”, le respondió la mujer, “y he decidido aparecerme ante ti para concederte tu deseo”.

-“¿Ah, mi querida diosa?”. Exclamó el hombre, “Ahora ya he adquirido la dicha de la meditación y he perdido el deseo de las riquezas. Llegas demasiado tarde..., Pero dime, ¿porqué has tardado tanto en venir?”.

-“Para serte sincera”, respondió la diosa, “dada la fidelidad con que realizabas aquellos ritos, habrías acabado consiguiendo la riqueza, sin duda alguna. Pero, como te amaba y solo deseaba tu bienestar, me resistí a concedértelo”.

 

LA VOLUNTAD DE RAMA

 

Este es un cuento que recoge Toni de Mello

 

“Un hombre que va por la calle, es obligado por unos ladrones a seguirles para llevar a cabo un robo. Los ladrones entran a la tienda cuando está cerrada y hacen cargar al hombre con el producto del robo sobre su cabeza. Cuando van corriendo por la calle, la policía los detiene y los interroga. El hombre declara: “Yo iba por la calle por voluntad de Rama y por voluntad de Rama, estos hombres me obligaron a ir con ellos y a cargar encima de mi cabeza con lo que habían sustraído de la tienda. Por voluntad de Rama, aparecieron Vdes y me detuvieron”

La policía extrañada, lo presenta ante el juez, que le pregunta qué ha pasado y el hombre dice: “Por voluntad de Rama, unos hombres me obligaron a ir con ellos y a cargar encima de mi cabeza con el producto de su robo. Por voluntad de Rama me detuvo la policía y ahora por voluntad de Rama estoy aquí delante de Vd.”

El juez que duda de su estado de salud mental lo pone en libertad y cuando sale a la calle y la gente le pregunta qué ha pasado, les dice: “Por voluntad de Rama yo iba por la calle y por voluntad de Rama, unos hombres me obligaron a ir con ellos y a cargar encima de mi cabeza lo que habían robado de la tienda. Por voluntad de Rama, la policía nos detuvo y por voluntad de Rama, me presentaron ante el Sr. Juez y por voluntad de Rama, éste me puso en libertad”

 

 

BUSCANDO A BUDA

 

Buda peregrinaba por el mundo para encontrarse con aquellos que se decían sus discípulos y hablarles acerca de la Verdad.

A su paso, la gente que creía en sus decires venía por cientos para escuchar su palabra, tocarlo o verlo, seguramente por única vez en sus vidas.

Cuatro monjes que se enteraron de que Buda estaría en la ciudad de Vaali, cargaron sus cosas en sus mulas y emprendieron el viaje que llevaría, si todo iba bien, varias semanas.

Uno de ellos conocía menos la ruta a Vaali y seguía a los otros en el camino.

Después de tres días de marcha, una gran tormenta los sorprendió. Los monjes apuraron el paso y llegaron al pueblo, donde buscaron refugio hasta que pasara la tormenta. Pero el último no llegó al poblado y debió pedir refugio en casa de un pastor, en las afueras. El pastor le dio abrigo, techo y comida para pasar la noche.

A la mañana siguiente, cuando el monje estaba pronto para partir, fue a despedirse del pastor.

Al acercarse al corral, vio que la tormenta había espantado las ovejas del pastor y que este trataba de reunirlas.

El monje pensó que sus compañeros  estarían dejando el pueblo y si no salía pronto, se alejarían. Pero él no podía seguir su camino, dejando a su suerte al pastor que lo había cobijado. Por ello decidió quedarse con él hasta juntar el ganado.

Así pasaron tres días, tras los cuales se puso en camino a paso redoblado, para tratar de alcanzar a sus compañeros.

Siguiendo las huellas de los demás, paró en una granja a reponer su provisión de agua.

Una mujer le indicó dónde estaba el pozo y se disculpó por no ayudarlo, pero debía seguir con la cosecha... mientras el monje abrevaba sus mulas y cargaba sus odres con agua, la mujer le contó que tras la muerte de su marido, era difícil para ella y sus pequeños hijos llegar a recoger la cosecha antes de que se pudriera.

El hombre se dio cuenta de que la mujer nunca llegaría a recoger la cosecha a tiempo, pero también supo que si se quedaba, perdería el rastro y no podría estar en Vaali cuando Buda arribara a la ciudad.

"Lo veré algunos días después", pensó, sabiendo que Buda se quedaría unas semanas en Vaali.

La cosecha llevó tres semanas y apenas terminó la tarea, el monje retomó su marcha...

En el camino, se enteró de que Buda ya no estaba en Vaali. Buda había partido hacia otro pueblo más al norte.

El monje cambio su rumbo y se dirigió hacia el nuevo poblado.

Podría haber llegado aunque no fuera más que para verlo, pero en el camino tuvo que salvar una pareja de ancianos que eran arrastrados corriente abajo y no hubieran podido escapar de una muerte segura. Sólo cuando los ancianos estuvieron recuperados, se animó a continuar su marcha sabiendo que Buda seguía su camino...

Veinte años pasaron con el monje siguiendo el camino de Buda... y cada vez que se acercaba, algo sucedía que retrasaba su andar. Siempre alguien que necesitaba de él, evitaba, sin saberlo, que el monje llegara a tiempo.

Finalmente se enteró de que Buda había decidido ir a morir a su ciudad natal. "Esta vez, dijo para sí, es la última oportunidad. Si no quiero morirme sin haber visto a Buda, no puedo distraer mi camino. Nada es más importante ahora que ver a Buda antes de que muera. Ya habrá tiempo para ayudar a los demás, después".

Y con su última mula y sus pocas provisiones, retomó el camino. La noche antes de llegar al pueblo, casi tropezó con un ciervo herido en medio del camino. Lo auxilió, le dio de beber y cubrió sus heridas con barro fresco. El ciervo boqueaba tratando de tragar aire, que cada vez le faltaba más.

Alguien debería quedarse con él, pensó, para que yo pueda seguir mi camino. Pero no había nadie a la vista. Con mucha ternura acomodó al animal contra unas rocas para seguir su marcha, le dejó agua y comida al alcance del hocico y se levantó para irse.

Sólo llegó a hacer dos pasos, inmediatamente se dio cuenta de que no podría presentarse ante Buda, sabiendo en lo profundo de su corazón que había dejado solo a un indefenso moribundo...

Así que descargó la mula y se quedó a cuidar al animalito. Durante toda la noche veló su sueño como si cuidara a un hijo. Le dio de beber en la boca y cambió paños sobre su frente.

Hacia el amanecer, el ciervo se había recuperado. El monje se levantó, se sentó en un lugar apartado y lloró...

Finalmente, había perdido también su última oportunidad. "Ya nunca podré encontrarte", dijo en voz alta: "No sigas buscándome, le dijo una voz que venía desde sus espaldas, porque ya me has encontrado".

El monje giró y vio cómo el ciervo se llenaba de luz y tomaba la redondeada forma de Buda.

"Me hubieras perdido si me dejabas morir esta noche para ir a mi encuentro en el pueblo.... y respecto a mi muerte, no te inquietes. El Buda no puede morir mientras haya algunas personas como tú, que son capaces de seguir mi camino por años, sacrificando sus deseos por las necesidades de otros. Eso es el Buda, y Buda está en tí".

 

LOS CAMELLOS

Un hombre sabio iba viajando en camello a través del desierto. El viaje era largo, el día caluroso y el viento abrasador. Llegó a una pequeña aldea. Llamó a la puerta de una cabaña y pidió un vaso de agua, que le trajo el joven de la misma, al mismo tiempo que lo invitaba a entrar.

El viajero bebió el agua tan preciada y le dió las gracias por su hospitalidad. "Antes de proseguir mi viaje, ¿hay alguna cosa que yo pueda darte para corresponderte a tu generosidad?"

-Pues no se si Vd, será capaz de encontrar una solución a un problema que tenemos desde que se murió nuestro padre, al que Dios le acoja en su seno, y que nos tiene en una contínua pelea. Mi padre tenía diecisiete camellos que nos dejó en herencia a mis dos hermanos y a mí, pidiéndonos que los repartiéramos de la siguiente manera: A mi hermano mayor, la mitad del rebaño, al segundo de mis hermanos un tercio y una novena parte para mi que soy el pequeño. Pero no podemos cortar a los camellos en trozos.

El sabio se sonrió y le pidió que trajera a sus dos hermanos que estaban peleando a ver como llevaban a cabo la partición de la herencia y les dijo: Yo os regalo mi camello. Ahora tenéis dieciocho. ¿Os sirve de ayuda esto?

-Claro, ahora si. Mi hermano mayor tendrá nueve camellos, el segundo seis, y a mi me corresponden dos, respondió el pequeño. ¡Pero esto solo hace diecisiete en total!

-Pues el camello que sobra es el que os acabo de ceder momentáneamente para que resolviérais el problema, así que ahora que lo habéis resuelto me lo llevo y continúo mi viaje. Quedáos en paz

Tomado y modificado de Nick Owen, (200) Mas magia de la metáfora. Bilbao: Desclée de Brouwer, tomado a su vez de Joseph O´Connor, The NLP Workbook, tomado a su vez de Paula Menotti

 

LA FAROLA

 

En una noche oscura como boca de lobo, había una mujer mirando al suelo muy afanosa, debajo de una farola. Un hombre que la ve mirando hacia abajo, le pregunta "¿Qué hace?" A lo que la mujer le dice: "Estoy buscando una aguja de coser que se me ha perdido." Y se pone a buscar con ella, debajo de la farola. Al cabo de poco tiempo otra persona, se acerca  a las dos primeras, y recibe la misma contestación y este último tambien se pone a buscar. Un poco más tarde, ya hay un grupo de 7-8 personas, buscando la aguja. Después llega otra persona, les pregunta que están buscando, y recibe la misma contestación. Pero esta vez, el recién llegado, vuelve a preguntar a la mujer: ¿Pero dónde se le ha perdido? ¿Aquí?" Y la mujer responde: "No, fue dos metros más alla". Y "¿porqué la están buscando aqui?"." Pues porque aquí debajo de la farola, hay mas luz."

LOS CAZADORES

Unos cazadores contrataron los servicios de una avioneta, para transportar la caza que habían conseguido desde el bosque hasta el poblado cercano. Cuando el piloto, que había aterrizado en un claro del mismo, vio la cantidad de animales que había que transportar, empezó a decir que su avioneta no podría soportar esa carga y que con toda ella, no podría volar, que dejaran parte de la carga para que pudieran realizar el vuelo de forma segura. Los cazadores, juraron y perjuraron que el año anterior, en la temporada de caza habían abatido los mismos animales y con un peso parecido, y que un compañero suyo, con una avioneta de las mismas características de la suya, había embarcado toda la caza, así que él también tendría que realizar el vuelo. Después de mucho insistir los cazadores, al final, el piloto accede a cargar toda la caza. La avioneta despega con mucha dificultad, pero al cabo de poco tiempo, empieza a fallar y se estrellan en el bosque. Cuando se recuperan del accidente y del susto, con voz temblorosa, le dice un cazador  a su compañero, apoyándose en unas ramas: Pepe, ¿dónde estamos? A lo que el amigo responde: Pues yo creo que a unos dos kilómetros de donde nos estrellamos el año pasado.

EL YO

Un monje que había estado en el convento durante un tiempo, se da cuenta de la dureza de la vida en el mismo pues había que estar largo tiempo en silencio, además de trabajar y decide irse del mismo. Cuando está atándose las zapatillas sentado en el poyete de la puerta, mira a su derecha y hay otro monje exactamente igual que él, que está atándose las zapatillas también. Asombrado le pregunta: ¿Y tú quien eres?. Y el "doble" le contesta: Soy tu yo. Si del convento te vas por mi, que sepas que dónde tu vayas, yo voy a ir siempre contigo.

EL LOCO

Había en el pueblo un loco que comía sentado en el suelo mientras al mismo tiempo daba de comer a un perro de los bocados que él tenía en su boca. Una persona se burlaba de el, llamándole loco. Y este hombre respondió: ¿No ves a Rama, que le da de comer a Rama? ¿De qué te ríes tu?, ¡oh, Rama!

EL ASNO

Nasrudin iba muy contento por las calles del pueblo. Un vecino le preguntó cuál era el motivo de su alegría. Nasrudin respondió: "Se me ha perdido el asno." "¿Y por eso vas tan contento?". "Si, es que yo no iba encima"

LO QUE YA SOMOS

Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquélla móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces. "¿Quién eres tu?", le preguntó al mar, la muñeca de sal. Con una sonrisa, el mar le respondió: "Entra y compruébalo tu misma." Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: "Ahora ya sé quien soy." Tomado de Tony de Mello,(1982) El canto del pájaro. Santander: Sal Terrae

LA ESTRELLA DE MAR

Una noche se habia producido una tormenta muy fuerte en la playa que había lanzado a la arena gran cantidad de estrellas de mar. Por la mañana, un hombre cogía una a una las estrellas de mar y las iba devolviendo al agua. Una persona, asombrada de la gran cantidad de estrellas, pensó que aquel hombre, nunca las devolvería al agua antes de que murieran, y se acercó a él y le dijo: "Pero ¿qué hace?. Nunca conseguirá devolverlas a todas al mar. Su esfuerzo será en vano." Y la persona, mostrándole a la que tenía en la mano, le dijo: "Eso, dígaselo a esta". Y con un golpe de brazo, la devolvió al mar.

LA MELODÍA

A un violinista que tocaba el instrumento maravillosamente, le preguntaron cómo lo hacía: "No hago nada. Tengo un violín muy bueno, un arco fabuloso y una partitura estupenda. Lo único que hago es juntarlos y quitarme de enmedio".

EL SUFRIMIENTO

El hijo de un rey de Persia fue criado con el hijo del gran visir y su amistad se hizo legendaria. Cuando el príncipe accedió al trono, le dijo a su amigo:

-"Por favor, mientras yo me dedico a los asuntos del reino, escribe para mi la historia de los hombres, a fin de que extraiga las enseñanza necesarias y sepa como es conveniente actuar."

El amigo del rey consultó a los sabios mas respetados y al cabo de cinco años se presentó muy orgulloso en el palacio. "Señor, aquí teneis treinta y seis volúmenes en los que se relata toda la historia del mundo, desde la creación hasta ahora". "¿Treinta y seis volúmenes?", dijo el rey. "¿Cómo voy a tener tiempo de leerlos?. Tengo muchas cosas que hacer para administrar mi reino y ocuparme de las doscientas reinas de mi palacio. Por favor, amigo, resume la historia."

Dos años después, el amigo regresó a palacio con diez volúmenes. Pero el rey estaba en guerra contra el monarca vecino y tuvo que ir a buscarlo a la cima de una montaña, en el desierto, desde donde dirigía la batalla. "La suerte de nuestro reino está en juego, ¿De dónde quieres que saque tiempo para leer diez volúmenes. Abrevia más la historia de los hombres."

El hijo del visir se fue de nuevo y trabajó tres años mas para elaborar un volúmen que le  ofreciera una visión correcta de lo esencial. El rey estaba muy ocupado legislando.

"Tienes mucha suerte de disponer de tiempo para escribir tranquilamente. Mientras tanto, yo debo discutir sobre los impuestos y su recaudación. Tráeme la décima parte de páginas y dedicaré una provechosa velada a leerlas."

Así se hizo, dos años mas tarde. Pero cuando el amigo regresó con sesenta páginas, encontró al rey en cama, agonizando como consecuencia de una grave congestión. El amigo tampoco era joven ya; las arrugas surcaban su rostro.

-"¿Y bien?", murmuró el rey, entre la vida y la muerte. "¿Cuál es la historia de los hombres?"

Su amigo lo miró largamente y, en vista de que el soberano iba a expirar, le dijo: "Sufren, señor."

Tomado de Ricard Matthieu, (2009), En defensa de la felicidad. Barcelona: Urano,  tomado a su vez de Robert Godet,(1956), Le jardin des cinq saisons. Paris: Julliard, tomado a su vez de ....

LA TRISTEZA

La esposa de Chuang Tse (s. IV a.C), había muerto y su amigo no lo encontró apenado. Chuang Tse, le dijo:

"Así es como son las cosas. Al morir ella, ¿Cómo podría yo, no haber sentido pesar?. Pero he pensado en ello con mayor detenimiento y he comprendido que antes de que ella naciera, no tenía vida. No sólo no la tenía, sino que carecía de forma. No sólo carecía de forma, sino también de energía vital. Pero en alguna parte del vasto e imperceptible mundo, hubo un cambio y apareció la energía vital; despues ésta se trasformó y ella adquirió una forma; después esta cambió y ella obtuvo la vida. Ahora ha habido otro cambio y ella está muerta. Es como el mutuo ciclo de las Cuatro Estaciones. Ahora mi esposa descansa silenciosamente en la Gran Cámara. Si tuviera que correr tras ella llorando sería sin duda, demostrar que no comprendo lo que está predestinado. Así que he dejado de hacerlo."

Citado por Simón, V. 2011. Vivir con plena atención, Bilbao: Desclée, que a su vez lo ha tomado de Hamill, S y Seaton, J.P. (2000) Así es como son las cosas. Barcelona: Oniro, que a su vez lo ha tomado de...

CARTAS DE AMOR

Un hombre estaba enamorado de una mujer y deseaba verla y estar con ella. Cuando al fín consiguió estar a su lado, sacó todas las cartas que le había escrito y comenzó a leérselas. Ella le dijo: "Estoy a tu lado y me lees las cartas en lugar de estar conmigo y disfrutar de este momento..."

ENTERRAMIENTO

Al maestro le preguntaron donde quería que lo enterraran, cuando muriera. El respondió que lo dejaran en cualquier lugar y los discípulos se rebelaron, diciendo que entonces los animales podrían comerse su cuerpo. El les dijo: "Dejadme a la mano un palo bien largo y cuando los animales lleguen, yo los alejaré con el. Pero si cuando estés muerto, no te vas a enterar," contestaron los discípulos. "Entonces...."

BUENA SUERTE, MALA SUERTE

Un matrimonio anciano vivía con su hijo de 18 años, en medio del campo y vivían de lo que cultivaban con un caballo. Un día el caballo se escapa y se va a las montañas cercanas. Los vecinos al enterarse, van a mostrarle su pesar y le dicen: "¡Qué mala suerte!. El caballo se ha escapado". Y el padre contesta: "Mala suerte, buena suerte, ¿Quién sabe?." Poco tiempo después, el caballo que se había escapado, vuelve trayendo con el, varios caballos salvajes. Y los vecinos vuelven a felicitar a la familia y le dicen: ¡"Que buena suerte! , Ahora vais a tener varios caballos para labrar." Y el padre les contesta: "Buena suerte, mala suele, ¿quién sabe?". En los días siguientes, el hijo se pone a domar uno de los caballos salvajes, pero el caballo lo tira y el hijo se rompe una pierna. Los vecinos van a verlos y les dicen: "¡Qué mala suerte!. El único hijo que tenéis y se rompe la pierna". Y el padre les responde: "Mala suerte, buena suerte, ¿quién sabe?". Unos días después, los soldados del rey, que estaba en guerra con el país vecino, vienen buscando a todos los hombre en edad de marchar a la guerra, pero como al hijo tiene la pierna rota, no se lo pueden llevar. "Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?"

EL JEFE DE LA TRIBU

Un jefe de una tribu iba con su chaman de caza por la selva. Al salirle una pieza, el gatillo de la escopeta con la que dispara el jefe, le pilla en el dedo y le produce una herida. A los gritos de dolor, el chaman le dice que no debe de quejarse, pues nada pasa  en la vida que no tenga que pasar. El jefe enfadado de que siempre encuentre una explicación "filosófica" a los hechos, lo empuja a un pozo para cazar leones y sigue su cacería solo. Al poco rato, un grupo de salvajes, rodea al jefe, lo capturan y lo atan a un poste para comérselo al día siguiente. A la mañana temprano, antes de sacrificarlo, el hechicero de la tribu, lo examina y decide que no lo pueden sacrificar pues no está integro, tiene la herida que se ha hecho con la escopeta y no se lo pueden comer. Así que lo sueltan. El jefe, comprendiendo la razón que tenía su chaman, va a buscarlo y a disculparse por haberlo echado al pozo de los leones. "Perdóname, pues no comprendía lo que querías decirme, y en lugar de entenderte, te he arrojado al pozo de leones. No tenía que haber hecho eso".  Y éste le dice: "Ha hecho usted bien en arrojarme al pozo, pues si no lo hubiera hecho, nos habrían cogido a los dos y como yo no tenía ninguna herida, al que se habrían comido, hubiera sido a mi."

RELATIVIDAD DEL DOLOR

Había una vez un hombre, que aunque nacido en Alcantarilla, había vivido en Alemania, y sólo en su vejez volvió a su país natal.
En su viaje final, cuando pasaban por Cieza, sus compañeros de viaje le jugaron la siguiente broma:
Señalando Cieza le dijeron:
-"Esta es Murcia, la capital de Alcantarilla", a lo cual, el hombre se sobresaltó de gozo.
Le enseñaron cierta ermita diciéndole:
-"Este es el altar de tu pueblo", y el respiró religiosamente.
Le señalaron una casa y añadieron:
-"Aquí vivieron tus antecesores" y entonces se le llenaron los ojos de lágrimas.
Finalmente le llevaron a la valla de un cementerio y le dijeron:
-"En este sitio yacen los restos de tus antepasados"
El pobre hombre no pudo aguantar mas y rompìó en amargo llanto. Entonces sus compañeros de viaje se rieron de el a carcajadas.
-"Nos hemos estado burlando de ti" -le dijeron- "Estamos en Cieza. Todavía no hemos llegado a Alcantarilla"
El pobre hombre se sintió mortificado y cuando llegaron de verdad a Alcantarilla y vio el altar y la tumba de sus antepasados, su emoción ya no fue tan fuerte.

(Del Evangelio del Tao, modificado)

EL DIAMANTE

Un sabio que iba caminando, se sentó a descansar y a reponer fuerzas, mientras un pobre se sentó junto a él. Al vaciar el sabio las pocas cosas que llevaba en una bolsa, cayó un diamante al suelo. El pobre que lo vió, le preguntó ansiosamente si se lo daba, a lo que el sabio le contestó que si. Cuando lo cogió, salió corriendo para que no se arrepintiera. Por la noche, el pobre volvió y le dijo: "Vengo a devolverte el diamante y a que me des aquello que te ha permitido desprenderte del mismo con tanta facilidad."

LOS PASTELILLOS

En un vagón restaurante, un pasajero que era el presidente de una importante compañía de viajes y de transportes, estaba encargando la cena al camarero. "De postre" dijo, "tomaré pastelillos de cabello de angel"
El camarero le dijo que no tenían pastelillos. El hombre explotó: "¿Cómo dice? ¿Que no tienen pastelillos? ¡Es inaudito! Soy uno de los mejores clientes de este ferrocarril. Todos los años organizo viajes para millares de turistas y envío cientos de toneladas de mercancías… Y cuando a mí personalmente se me ocurre viajar en el tren, ¡resulta que no puedo conseguir algo tan simple como unos pastelillos. Me va a oir el presidente de la compañía!"

El chef que lo había oído, llamó aparte al camarero y le dijo: "Podemos conseguirle pastelillos en la próxima parada."
Y, justo después de la mencionada parada, el camarero se acercó al enojado caballero y le dijo: "Me satisface informarle, señor, que nuestro chef ha preparado estos pastelillos especialmente para usted y espera que le gusten."
El pasajero arrojó su servilleta encima de la mesa, levantó un puño airado y gritó: "¡Al diablo con los pastelillos! ¡Prefiero estar enfadado!."

EL RIO

Dos monjes, uno adulto y el otro muy jóven, iban mendigando por el camino, cuando se encuentran con un rio. En la orilla también hay una mujer mirando por dónde pasar. El mayor le pregunta: "¿Necesita algo? Y la mujer le contesta: Estoy queriendo cruzar a la otra orilla, pero las últimas lluvias se han llevado el puente de madera y como no me quiero mojar los pies, estoy viendo por donde pasar." El monje mayor le dice: "Nosotros vamos a cruzarlo y si quiere, yo la llevo sobre mis espaldas." La mujer accede al ofrecimiento y el monje la cruza. Al llegar a la otra orilla, ella les agradece el gesto que han tenido y cada uno sigue su camino. El mayor se da cuenta que el joven está todo el día moviendo la cabeza, como si estuviera rumiando algo, y al final del día le pregunta: "¿Qué te pasa que estás todo el día pensativo?". El monje jóven le dice: "¿Nuestra religión no dice que está prohibido tener contacto físico con una mujer?" Y el adulto le responde: "Si, pero cuando cruzamos el rio esta mañana, yo la solté y tu todavía la llevas encima."

EL SAMURAI

Un monje se dirige a la ciudad para entregar una carta muy importante, que el mismo había de entregar en mano al destinatario. Para llegar a la ciudad tiene que atravesar un puente, donde hay un samurai, experto en el arte del sable y que para demostrar su fuerza e invulnerabilidad, había prometido desafiar a un duelo a los cien primeros hombres que lo atravesasen. Había matado ya a noventa y nueve. El humilde monje era el número cien. El samurai pues, lo desafía. El monje le suplica que lo deje pasar, ya que la carta que lleva es muy importante.
-"Te prometo que volveré a luchar contigo una vez que haya cumplido mi misión". El samurai acepta el trato y el monje va a entregar su carta.
Antes de volver al puente, va a visitar a su Maestro, para despedirse, convencido de que aquello será el final.
-"Me he de ir a batir con un gran samurai, le dice, es un campeón del sable y yo no he tocado un arma en toda mi vida. Me matará seguro…."

-"En efecto", le contesta el Maestro, "morirás, ya que no tienes ninguna posibilidad de ganar. Por tanto, no hay necesidad de tener miedo a la muerte. Pero te enseñaré la mejor manera de morir. Colocarás el sable por encima de tu cabeza, cerrarás los ojos y esperarás. Cuando sientas un frío encima de tu cráneo, eso será el final. En ese momento bajarás los brazos. Eso es todo…"

El humilde monje se despide de su Maestro y se dirige hacia el puente donde le espera el samurai. Este le agradece que haya cumplido su promesa y le pide que se ponga en guardia. El duelo comienza. Aguantando el sable con las dos manos sobre su cabeza, espera sin moverse. Esta actitud sorprende al samurai, ya que la postura que había adoptado su adversario, no reflejaba ningún temor. Desconfiado, avanza con prudencia.
Impasible, el monje se mantiene concentrado en la parte alta de su cabeza. El samurai  empieza a decirse: "Seguro que este hombre es muy fuerte, ha tenido el coraje de volver a luchar, no es un aficionado." El monje, en todo momento absorto, no prestaba ninguna atención a los movimientos de vaivén del contrincante. Este comenzó a tener miedo y piensa: "No hay  ninguna duda que es un gran guerrero, solamente los Maestros del sable adoptan desde el principio de un combate, una posición de ataque. Y además, cierra los ojos." Y el joven monje, tan solo esperaba sentir de un momento a otro, el anunciado frío sobre su cabeza.
En aquél momento, el samurai se sentía ya completamente desamparado, y  no se atrevía a atacar, convencido de ser cortado en dos al más pequeño gesto que hiciera.
Por su parte, el monje había olvidado completamente al samurai, y sólo estaba atento a seguir bien los consejos de su maestro para morir dignamente. Los gritos y el llanto del samurai le devuelven a la realidad:
-"No me mate, tenga piedad de mi, yo me creía que era el rey del sable, pero nunca me había encontrado un Maestro como vos. Por favor, por favor, acépteme como discípulo, enséñeme la Vía del Sable…..”

Traducido de Deshimaru, (2003) La práctica del zen. Barcelona: Abadía Montserrat


REFUGIO DE CARAVANAS

Un camellero llega a las puertas de un impresionante palacio y se dirige al rey que en él residía: "¿Qué es lo que deseas?" Pregunta el rey. "Un lugar donde dormir en este refugio de caravanas. Esto no es un refugio de caravanas. Es mi palacio," dice el rey muy enfadado. "¿Y quién vivia antes que tu?. Mi padre, que ya falleció. ¿Y antes que tu padre? Mi abuelo, también fallecido. Y un lugar como éste, donde la gente se aloja por un tiempo y luego se va, ¿dices que no es un refugio de caravanas?"

¿QUIÉN ERES?

Una mujer llega a las puertas del cielo y le responden: "¿Quién eres?."

Ella responde: "Soy Juana."

-"No te hemos preguntado cómo te llamas, te hemos preguntado quién eres" , responden desde el cielo.  

-"Soy la mujer de Felipe."

-"No te hemos preguntado con quién estás casada, te hemos preguntado, quién eres."

-"Soy maestra", le respondió.

-"No te hemos preguntado en qué trabajas. Te hemos preguntado quién eres", vuelven a decir desde el cielo.

La mujer sorprendida, no entendía muy bien que pasaba, así que reflexiona: "¡Ah!, Esto es el cielo y responde: Pues soy católica."

Le dicen desde dentro: "No te hemos preguntado cuál es tu religión, te hemos preguntado quién eres."

-"Soy española", dice la mujer.

Pero de nuevo desde el cielo le contestan: "No te hemos preguntado cuál es tu nacionalidad, sino quién eres."

Ya la mujer, muy confusa, duda de quién es.

Y desde las puertas del cielo, le dicen: "Bien, tienes una segunda oportunidad, baja a la tierra y descubre quién eres."

MUERTE Y REFLEXIÓN

Una madre tenía un hijo primogénito con un año, que cayó enfermo y murió. Agobiada por la pena, con el cuerpecito en brazos,  vagaba por las calles suplicándole a todo el mundo un remedio, que le devolviera la vida a su hijo. Algunas personas pasaban por su lado sin hacerle caso, otras se reían de ella y aún otras la tomaban por loca, pero finalmente dio con un sabio, que le dijo que la única persona del mundo que le podía realizar el milagro que ella pretendía, era Buda.
Así pues, fue en busca de Buda, depositó el cadáver de su hijo ante él y le expuso su caso. Buda la escuchó con infinita compasión y luego respondió con amabilidad:
-"Sólo hay una manera de curar tu aflicción. Baja a la ciudad y tráeme un grano de mostaza de cualquier casa en la que no haya habido jamás una muerte."
La madre, experimentó un gran alivio y se dirigió a la ciudad de inmediato. Cuando llegó, se detuvo en la primera casa que vio y explicó:
-"Me ha dicho Buda que vaya y busque un grano de mostaza de una casa que nunca haya conocido la muerte."
-"En esta casa ha muerto mucha gente," le explicaron
Fue a la casa de al lado.
-"En nuestra familia ha habido incontables muertes", le dijeron.
Y lo mismo de la tercera y en la cuarta casa, hasta que por fin hubo visitado toda la ciudad y comprendió que la condición de Buda no podía cumplirse.
Llevó el cuerpo de su hijo al osario y se despidió de él por última vez, y a  continuación volvió a Buda.
-¿Has traído el grano de mostaza?
-"No" , respondió ella -. "Empiezo a comprender la lección que intentas enseñarme. Me cegaba la pena y creía que yo era la única que había sufrido a manos de la muerte."
-"¿Por qué has vuelto?" -  le preguntó Buda.
-"Para pedirte que me enseñes la verdad de lo que es la muerte, de lo que puede haber detrás y más allá de la muerte y de lo que hay en mí, si algo hay, que no ha de morir."
Buda empezó a enseñarle:
-"Si quieres conocer la verdad de la vida y la muerte, debes reflexionar continuamente sobre esto: en el universo sólo hay una ley que no cambia nunca, la de que todas las cosas cambian y ninguna es permanente." 

EL ANGEL DE LA MUERTE

Willigis Jager, cuenta este cuento:

Estaba una mujer en su casa cuando el ángel de la muerte, se presentó y le dijo: "Ven, es la hora." La mujer contestó: "Está bien, pero primero tengo que terminar de planchar." Después de un cierto tiempo, volvió de nuevo el ángel cuando la mujer salía de su casa. El ángel le dijo: "Ven, es la hora." Y la mujer le respondió: "Ahora no puedo, tengo que llevar a mis nietos al colegio y prepararles la comida. Luego tengo que ir a la residencia de ancianos, a visitar a unas personas a las que nadie va a visitar." El ángel se marchó. Al cabo de un tiempo, volvió nuevamente diciéndole: "Ya es hora, ven." Y la anciana le dijo: "Si está bien, pero ¿quién les va a preparar la comida a mis nietos y a mi hija que trabaja?."  El ángel se volvió a marchar.

Unos años más tarde, la mujer estaba cansada, era por la noche y estaba pensando: "Ahora podría venir el ángel, después de tanto trabajo en esta vida, la salvación eterna tiene que ser hermosa." El ángel apareció y la mujer le preguntó: "¿Porqué no me llevas ahora al cielo?."

-"¿Y dónde crees que has estado en este tiempo?," respondió el ángel

EL JARRO DE LECHE

Según Toni de Mello esta historia era la favorita del místico hindú Ramakrishna y de su discípulo Vivekananda

Era un muchacho pobre que tiene que desplazarse a la escuela de una aldea vecina.

Ha de ir por la mañana, cuando aún es de noche y regresar por la tarde cuando se echa la oscuridad. Para llegar a la escuela, tiene que cruzar el bosque, siente miedo de ir solo y le pide a su madre que le dé un criado para que le acompañe. Su madre le responde: "Hijo, somos demasiado pobres para contratar los servicios de un criado. Pide a tu hermano Krishna que te acompañe cuando vas a la escuela y cuando vuelves de ella. El es el señor de la jungla. Seguro que te acompaña si se lo pides."
Eso es lo que hizo el muchacho.

Al día siguiente, llamó a su hermano Krishna y, cuando éste se presentó y supo lo que quería, respondió afirmativamente. De esta forma, todo marchó bien durante algún tiempo.
Llegó el día del cumpleaños del maestro de la escuela. Todos los niños debían traer regalos para el maestro. La viuda dijo a su hijo: "Nosotros somos demasiado pobres para ofrecer un regalo a tu maestro. Pide a tu hermano Krishna que te regale algo para el."
 Krishna hizo lo que el muchacho le pidió. Regaló al muchacho un jarro lleno de leche. El niño colocó orgulloso su regalo junto a lo que sus compañeros de escuela habían traído. El maestro ignoró el regalo. Al cabo de algún rato, el niño comenzó a lamentarse: "Nadie presta atención a mi regalo…A nadie parece gustarle.”. El maestro dijo a su criado: “¡Por todos los santos, vacía la leche en un barreño y devuelve al niño su jarra! ¡De lo contrario no tendremos paz!."
El criado vació la leche en un recipiente y estaba a punto de devolver el jarro cuando observó con sorpresa, que estaba lleno de leche. Lo vació de nuevo y automáticamente se llenó de nuevo hasta los bordes.
 Cuando se enteró el maestro de lo que sucedía preguntó al muchacho dónde había adquirido aquel jarro de leche. "El hermano Krishna me lo ha dado," respondió. "¿El hermano Krishna? ¿Quién es?. Es el Señor de la jungla," respondió solemnemente el muchacho. "Me acompaña cuando vengo a la escuela y al volver a mi casa. ¡Está bien!", le respondió el maestro sin dar crédito a sus palabras. "Nos gustaría ver a ese Krishna del que hablas. Llévanos a él."
El muchacho volvió a la jungla a la cabeza de un pequeño grupo de personas, el maestro de la escuela, su criado y los restantes muchachos de la clase. Se sentía entusiasmado ante la idea de presentar a cada uno de ellos a su maravilloso hermano Krishna.
Cuando llegaron al borde la jungla en la que cada día se encontraba con Krishna comenzó a llamarlo, seguro de que vendría como siempre….Pero no recibió respuesta alguna. Volvió a llamarlo otra vez; y otra. Con voz más fuerte; aún más fuerte. Nada. … Sus compañeros se burlaban y reían de él. El niño rompió a llorar. ¿Qué habría pasado?
"¡Hermano Krishna," gritó entre lágrimas, "ven por favor!. Si no vienes, dirán que soy un embustero. No me creerán."
Hubo un momento de silencio. Después escuchó la voz de Krishna que le decía: "Hijo, no puedo presentarme. El día que tu maestro tenga tu pureza de corazón y tu sencilla fe infantil, me haré presente."

Sadhana, camino de oración. De Mello, T. (1979). Santander: Sal Terrae ( con modificaciones)

CARICIAS

Había una vez, hace ya mucho tiempo, dos personas muy felices que se llamaban Pepe y María, las cuales tenían dos hijos llamados Juan y Mª José. En aquellos tiempos, todos los habitantes de aquel pueblo tenían una bolsa de pelusas, pequeña y suave. Siempre que una persona metía la mano en la bolsa, sacaba una pelusa caliente, muy abrigadora. Y había mucha demanda de pelusas, porque siempre que alguien recibía una pelusa caliente, le hacía sentirse muy contento y reconfortado. La gente que no recibía pelusas calientes, con regularidad, estaba en peligro de contraer una enfermedad en la espalda, que le hacía encogerse y morir. 
Era muy fácil de conseguir pelusas calientes. Cada vez que alguien tenía ganas de recibir una, iba al encuentro de otra persona y le decía: “Me gustaría recibir una pelusa caliente”. Entonces el otro metía la mano en su bolsa y sacaba una pelusa, del tamaño de la mano pequeña de una niña. La ponía sobre la cabeza, el hombro o sobre las piernas de la persona y la pelusa se acomodaba perfectamente a la piel y se deshacía sobre ella, haciéndole sentirse muy alegre, lleno de bienestar y satisfecho. 
Pero un día, la bruja mala, que las hay, se puso muy enfadada, porque como todo el mundo estaba tan feliz, nadie necesitaba comprar emplastos y brebajes de su farmacia y entonces ideó un plan perverso. Empezó a difundir la idea de que si empezaban a repartirse pelusas calientes a troche y moche, pronto iban a escasear y no iban a haber suficientes en la bolsa para los  amigos y familiares. Y después de que difundió la idea, se fue volando en su escoba, riéndose y alegrándose por el camino.
Pepe que oyó este infundio empezó a pensar que cada vez que María le regalaba una pelusa caliente a alguien, se las estaba quitando de las que tenía reservadas para él y empezó a sentirse preocupado. Empezó a pensar que no era justo y a quejarse cada vez que veía a María dar pelusas calientes a alguien; y como ella lo quería mucho, dejó de darles pelusas calientes con tanta frecuencia las personas, y las reservó sólo para él.
Los niños se fijaron en lo que sucedía y pronto comenzaron a pensar que era malo regalar pelusas calientes cada vez que alguien las pedía o tenía ganas de ellas. Y también ellos se volvieron muy cuidadosos en eso. Observaban a sus padres muy de cerca y siempre que les parecía que ellos regalaban demasiadas pelusas a los demás, también comenzaron a oponerse. Poco a poco, ellos también dejaron de dar pelusas calientes y así la gente empezó a darse cuenta de la escasez de pelusas calientes; y empezó a sentirse menos contenta y abrigada. Empezó a encogerse, y de cuando en cuando, había algunos que se morían por falta de pelusas calientes. Así, mas y más gente iba en busca de la bruja para comprar brebajes y emplastos, aunque no resultaban efectivos.
La situación iba poniéndose más y más difícil  y la bruja, que no quería que la gente muriera, ideó un nuevo plan. A cada uno, se le dió una bolsa muy parecida a la bolsa de pelusas frías y espinosas, que era una bolsa muy fría, mientras que la de pelusas calientes, era caliente y acogedora. Las espinas frías no hacían que la gente se sintiera abrigada y contenta, sino que por el contrario, les hacía sentirse frías y espinosas. Pero así la espalda al menos no se le encogía, aunque si se le encogiera el corazón. 
La situación llegó a ser tan deplorable que gracias a que llegó la bruja buena que hay en todos los cuentos. Como ella no sabía lo de que las pelusas calientes se agotaban, empezó a repartir esas pelusas, sin preocuparse por su escasez. Y otras personas que viendo que aunque diera muchas, no se le terminaban, empezó a cuestionarse lo que había dicho la bruja mala. 
¿Lograrán las fuerzas del orden impedir que se repartan pelusas calientes, como quiere la bruja mala?
¿Se atreverán a dar todas las pelusas que quieran sabiendo que nunca se acaban?
Adaptado de Claude Steiner (1982) Libretos en que participamos. Méjico: Diana
 
EL VALOR DE LA VIDA
 
Una persona ve a otra que quiere suicidarse y le pregunta: "¿Porqué quiere suicidarse? ¿qué motivos tiene para hacerlo?"
A lo que la persona le contesta: "Mi vida no vale nada." 
Y éste le pregunta: "¿Le puedo preguntar algo? ¿Si alguien perdiera la vista, cuánto dinero cree que daría una persona por ver? "
Y el otro le dice: "Pues si alguien no viera, por ver, daría todo el dinero que tuviera, unos 50.000€"
Y vuelve a preguntarle otra vez: "¿Y si alguien no tuviera piernas para andar, ¿Cuánto daría por recobrar el poder andar? "
Y el que pensaba en suicidarse: "Pues unos 60.000€"
-"¿Y si alguien no pudiera oler?"
-"Pues 40.000€"
-"¿Y si alguien no tuviera manos, cuánto dinero daría por poder coger cosas, manejar objetos, tocar, acariciar con las manos?."
Y cuando se queda perplejo, pues ya no sabe qué decir, vuelve a decirle. "Y Vd. que puede ver, que puede andar, que tiene olfato, que tiene manos para manipular ¿dice Vd. que su vida no vale nada?"

EL PÁJARO Y EL ÁRBOL SECO

En un paráje muy árido, existía un árbol seco, el único árbol que existía en ese paraje. Un pájaro en ese árbol era el único animal que lo habitaba. Y aunque el pájaro cada vez que necesitaba buscar comida, tenía que recorrer muchos kilómetros para encontrarla, siempre volvía a dicho árbol. Un día, un viento muy fuerte, derriba el árbol y lo desintegra. El pájaro cuando vuelve para refugiarse, se da cuenta de lo que ha pasado y lo lamenta profundamente, y se desespera y llora. Al final, se decide a volar buscando otro árbol donde hacer su nido. Y vuela, y vuela y vuela y vuela y vuela... Y ya, cuando está sin esperanza de que pueda encontrarlo, divisa en la lejanía una forma verde. Cuando se acerca descubre que lo verde corresponde a un bosque donde hay muchos árboles y árboles frutales, e incluso otros animales con los que compartir su vida y su alimento. 

EL EMPERADOR

Había una vez un emperador que siempre quería actuar de la mejor manera posible, sin equivocarse y haciendo lo correcto. Pero el emperador estaba angustiado porque no encontraba las claves para garantizarlo y apenas podía conciliar el sueño.

 

Pasó algún tiempo y, entonces, una mañana se levantó convencido de que podría lograr su sueño: solo tenía que contestar a las tres preguntas que le habían surgido la noche anterior.

 

Sin perder tiempo, ese mismo día el emperador publicó un edicto anunciando que aquel que las respondiera correctamente recibiría una gran recompensa.

 

Las preguntas eran:

¿Cuál es el momento más oportuno para hacer cada cosa?

¿Quienes son las personas más importantes con las qué tratar?

¿Qué es lo más importante para hacer en todo momento?

 

Y, por supuesto, muchos eruditos del Imperio emprendieron el camino al palacio. Lo que encontró el emperador fue múltiples respuestas.

 

A la primera pregunta, unos le aconsejaron planificar detalladamente su tiempo dedicando cada hora, cada día, cada mes y cada año a ciertas tareas y seguir este plan al pie de la letra; otros le dijeron que era imposible planear todo de antemano y que permaneciese atento a su alrededor; alguien le sugirió que se rodeara de sabios consejeros; otro que mejor fuera a ver a los adivinos… Y así.

 

Del mismo modo, se dieron varias respuestas a la segunda pregunta. Unos decían que las personas más importantes para el emperador eran sus administradores; otros que más bien pensaban que eran los sacerdotes; otros más, que eran los médicos; y, por último, aquellos que pensaban que eran los guerreros.

 

Como respuesta a la tercera pregunta (sobre la acción más importante), también hubieron distintas opiniones: desde dedicarse a la ciencia, a preparar la guerra, a dedicarse a orar a los dioses.

 

El emperador, asombrado por la diversidad de respuestas, no aceptó ninguna y envió a los eruditos de vuelta a sus casas.

 

Pasaron los días y, tras varias noches de reflexión, el emperador decidió visitar a un sabio ermitaño que vivía apartado en el bosque, por si él tenía las respuestas.

 

Tomada la decisión, se vistió de campesino, fue en su búsqueda y una vez cerca de la cabaña del ermitaño, bajó de su caballo, despidió a sus guardias y se fue andando a su encuentro.

 

Y ahí estaba el ermitaño, cavando frente a su cabaña.

 

El emperador se le acercó un poco para reclamar su atención pero el ermitaño lo ignoró por completo.

 

Estaba cavando mientras respiraba con dificultad.¿De verdad que aquel hombre flaco, débil, viejo y arisco era el que le iba a dar al emperador las respuestas que buscaba?

 

Finalmente se acercó un poco más y le dijo:

 

—"Hombre sabio, he venido para pedirte que me respondas tres preguntas: ¿Cuál es el momento que uno debe tener en cuenta para no perderse nada y luego no tener de qué arrepentirse? ¿Quiénes son las personas más indispensables, aquellas que debemos preferir frente a las demás? ¿Qué acciones son las más importantes y las que tenemos que priorizar?"

 

El ermitaño lo escuchó atentamente pero siguió cavando y no le respondió.

 

El emperador, en vez de insistir, prosiguió:

 

—"Tienes que estar cansado, déjame que te eche una mano."

 

El ermitaño le dio las gracias, le pasó la pala y se sentó en el suelo a descansar.

 

Después de haber removido dos surcos, el emperador se detuvo y repitió sus preguntas, pero el ermitaño, en vez de contestarle, se levantó, tomó la pala y le dijo:

 

—"¿Por qué no descansas? Ahora puedo seguir yo."

 

Pero el emperador se quedó con la pala y continuó cavando.

 

Así pasó una hora, luego otra y finalmente el sol comenzó a ponerse tras las montañas.

 

El emperador, ya cansado y al límite de su paciencia, soltó la pala y dijo:

 

—"Sabio, vine a verte para que respondieras a mis preguntas, pero si no puedes darme respuesta, dímelo abiertamente, y entonces me iré."

 

Pero justamente en ese momento pasó algo inesperado y gritó el ermitaño:

 

—"Emperador, ¡ahí viene alguien corriendo!"

 

El emperador se giró y entonces vieron a un hombre saliendo del bosque mientras presionaba sus manos sobre una herida sangrante en su estómago. El hombre corrió hacia el emperador, cayó al suelo, cerró los ojos y se quedó inmóvil, gimiendo con voz débil: había recibido una profunda cuchillada. Rápidamente (y lo mejor que pudo), el emperador le limpió la herida y usó su propio pañuelo para vendarle, pero la hemorragia no se detenía y tuvieron que utilizar las toallas que el ermitaño tenía en su casa.

 

Una vez consciente, el hombre pidió un vaso de agua y el mismo emperador fue a por la jarra y le sirvió un vaso para calmarle la sed. Mientras tanto, el sol se había puesto y el aire de la noche había comenzado a refrescar.

 

Fue entonces cuando el emperador y el ermitaño decidieron cargar con el hombre hasta la cabaña y lo acostaron en la cama. El herido cerró los ojos y se aquietó y el emperador, rendido por el cansancio y la noche, se quedó profundamente dormido en la entrada de la cabaña. A la mañana siguiente, cuando despertó, apenas recordaba dónde estaba, que había pasado ni quién era aquel hombre barbudo que le miraba fijamente con una mirada resplandeciente.

 

Y este le dijo en voz débil:

 

—"Perdóname."

 

A lo que el rey respondió:

 

—"Yo no te conozco ni tengo nada que perdonarte."

 

Pero el hombre barbudo prosiguió:

 

—"Tú no me conoces, Majestad, pero yo sí que te conozco a ti. Hasta ayer, yo era un enemigo tuyo declarado y había jurado vengarme de ti, porque durante la última guerra mataste a mi hermano y me quitaste mi propiedad. Cuando supe que habías venido solo a la montaña, decidí matarte al regreso. Pero después de emboscarte todo un día y ver que no volvías, salí de mi escondite para buscarte. En lugar de dar contigo, me encontré con tus guardas y me hirieron. Por suerte, pude escapar y corrí hasta aquí. Si no me hubieras acogido y vendado mis heridas, seguramente me hubiera desangrado y ahora ya estaría muerto. Yo deseaba matarte y tú, en cambio, me has salvado la vida. Si vivo, y tú me lo permites, yo te juro que seré un fiel servidor tuyo por el resto de mi vida ordenaré a mis hijos y a mis nietos que hagan lo mismo. Por favor, Majestad, concédeme tu perdón."

 

El emperador, sorprendido y absorto, no pudo cuanto menos alegrarse de lo fácil que había sido reconciliarse con su enemigo, y ya no solo le perdonó, sino que le prometió devolverle su propiedad y enviarle a sus propios médicos y servidores para que le atendieran hasta que estuviera completamente restablecido. El emperador se despidió del herido, salió de la cabaña  y buscó al ermitaño, que estaba sembrando patatas entre los surcos abiertos el día anterior.

 

—"Por última vez, antes de que me vaya, te ruego, hombre sabio, que respondas a mis preguntas…"

 

El ermitaño se sentó en cuclillas sobre sus piernas flacas, alzó la vista al emperador y le dijo:

 

—"Tus preguntas, emperador, ya han sido contestadas. Ayer, si no te hubieras compadecido de mí y no me hubieras ayudado a cavar el terreno, hubieras tomado el camino de vuelta solo, sin tus guardas, y este hombre te hubiera atacado por lo que, seguramente, te habrías arrepentido de no haberte quedado conmigo. Por lo tanto, emperador, el momento más oportuno fue el que pasaste cavando mi terreno; En ese momento, para ti yo era la persona más importante y la acción más adecuada consistió justamente en cavar el surco.

Más tarde, cuando llegó corriendo el herido, el momento más oportuno fue el tiempo que pasaste curando su herida, porque si no le hubieses cuidado como lo hiciste, el hombre barbudo habría muerto y habrías perdido la oportunidad de reconciliarte con él. En ese momento, él se convirtió en la persona más importante para ti de la misma forma que atenderlo fue la acción más importante.

Emperador, grábate entonces lo siguiente: solo hay un momento importante y es el ahora, pues tan sólo tenemos dominio sobre el presente; la persona más importante es siempre esa con la que estás; y la acción más importante es ser bondadoso con ella, porque para eso es que fuimos enviados a este mundo, para ser bondadosos con los demás."

Y el emperador volvió a palacio con 3 respuestas, 3 grandes lecciones y dos nuevos amigos.

(Leon Tolstoi, modificado)